El Pequeño Panda

En una comunidad de maravillosos osos, creció un pequeño panda y sus colores resaltaban su personalidad, cuya característica era común dentro de sus familiares.
Al ir creciendo el pequeño osezno, fue aprendiendo más y más de sus parientes, habilidades comunitarias, el ayudarse unos a otros, el reconocer sus frutos favoritos para comer, hasta sentarse en sus lugares favoritos cuando estaban en tiempo de oseo, y lo mas importante aprendía a disfrutar de cada una de sus actividades.
En determinado momento en su etapa evolutiva, sentía que estaba perdido, que no veía donde pararía su vida, pues su ego le decía que tenia que ser el mejor su manada; esforzándose y mientras lo hacía se preguntaba por ciertas inquietudes cotidianas de la vida misma, sobre todo de la suya en especial.
Se preguntaba cosas como; ¿Por qué existe el dolor?, ¿Por qué la rabia?, ¿Por qué esos sentimientos negativos que hacen de las relaciones complicadas?, ese tipo de cosas que atrofian y frenan mente y corazón.
A menudo se decía a si mismo que quería ser como este o como aquel, ese punto de referencia, que le indicara como debía ser, llevándole a constante lucha, comparaciones, competencias entre él y los jóvenes de la comunidad, encerrándose en tantos pensamientos que olvidaba lo esencial que es alimentar su amor propio, llevando a perderse a sí mismo.
Al pasar el tiempo, en su despertar se dio cuenta que ya estaba arto de tanto pensar, de tantas comparaciones, suposiciones, el competir o el demostrar a los demás que puede ser mejor; ese día al sentarse en su lugar favorito a comer sus brotes de bambú contemplando la naturaleza y el zumbido del viento se dijo:
Los seres vivientes somos como el bambú, de aspecto duro pero suaves por dentro; ya que con el paso del tiempo nos creamos armaduras que protegen la nobleza del corazón, dejándonos cegar por esas cosas tan humanas como la envidia, el rencor, la rabia, la falta de perdón a nosotros mismos y los demás, todo aquello que nos nubla la sonrisa y el disfrutar de la vida; solo liberándonos de estos sentimientos negativos podremos volver a tomar la forma que corresponde al bambú que aunque duro por fuera somos suaves y flexible adaptándonos a los vientos suaves y furiosos.
Seguía diciendo el Panda: ahora también siento y creo que el pretender ser mejor para los demás, solo me llevara a la locura de vivir a través de mis carencias, el tratar de llenar mis insuficiencias, tapar mis sentimientos de abandono o soledad; ayudándome a reconocer que no debo ser como este o como aquel o superar a este o  aquel; es vital y sincero aprender a ser mejor para mi mismo, el tener plenitud y la satisfacción de ser uno mismo, mi propia fuente de luz; si yo brillo podre servir a los demás, no por que me deban algo, sino porque ellos también me llenaran de su luz, compartiendo en lo individual y colectivo, ese amor que brota en cada uno; seremos entonces flexibles y conscientes, adaptándonos a los cambios y la fluidez de la vida; desde ahí, viviremos desde nuestra realidad, comprometidos a caminar con vitalidad y de manera energética, siendo unos con el todo; por tanto, el Panda concluyo sonriendo; me uno, me dispongo como el ser viviente que SOY a dejarme fluir por la vida y desde ahora donde estoy, con lo que soy, y seré, todo lo que venga a mi, es bueno, necesario para aprender y crecer en la divinidad que vive en mí.
Así, el Panda se levantó y siguió su camino a su comunidad a compartir lo que había descubierto con todos los que quisieran escuchar.

                                            FinOso panda, elaborado en lapices de colores.


 Leonardo Gamboa. 


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